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Enfermedades que enferman – 2° Parte. Por el Lic. José Luís Abalo

En la primera parte de este artículo elegimos uno de los trastornos que conducen a la demencia, que fue el de la demencia frontotemporal. Con el objetivo de mostrar que algunas enfermedades pueden enfermar a los miembros del entorno del paciente. En esta segunda parte elegiremos una psicosis la paranoia.

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En la clasificación de los trastornos mentales y del comportamiento actualmente es denominada “trastorno delirante”. Pero, prefiero utilizar el término clásico “paranoia”, el cual significa pensamiento paralelo a la realidad. La paranoia es un grave trastorno psíquico que se caracteriza por un pensamiento delirante persecutorio, que como delirio es resistente a cualquier confrontación con la realidad. Un ejemplo sería el de un hombre con un delirio de celos; es decir, una idea de infidelidad de su pareja que no tiene base en la realidad y que es construida inconcientemente a partir de caprichosas relaciones entre datos que, en los hechos, no se relacionan entre sí. Lo más llamativo de este tipo de psicosis es que en todos los otros aspectos de su vida cotidiana, trabajo y otras relaciones de parentesco y amistad dicha persona se comporta de forma  aparentemente normal. Sólo se va a manifestar el delirio en la relación con su pareja o, si alguien inadvertidamente sacara algún tema que la rozara o implicara. Quiero dejar en claro que no se trata de sentimientos de celos por ciertas actitudes de la pareja, a quien, por ejemplo, le gusta exhibirse y ser admirada. No es eso, se trata de una idea delirante y, por lo tanto, está caracterizada por ser irreductible; o sea que ningún dato de la experiencia que  signifique una desmentida de tal afirmación de infidelidad puede ser aceptado y poner en duda el contenido del delirio.

Si recurrimos a textos de la psiquiatría clásica, encontramos en el psiquiatra francés Henri Ey, una clarísima descripción de la naturaleza de este trastorno. Ey sostiene que se caracteriza por: 1) la sistematización, o sea que es un delirio organizado focalmente sobre un tema y manifestado con un discurso racional y coherente; 2) su desarrollo a partir de la personalidad  previa a la eclosión del delirio, es decir que hay rasgos de carácter que tienen una característica paranoide (“paranoide” significa persecutorio); 3) la lucidez, en consecuencia la persona con paranoia está lúcida, conciente y conectada con su entorno y su mundo; 4) la irreductibilidad, o al menos la fijeza, característica que hace muy poco probable la curación, aun con la conjunción de psicofármacos y psicoterapia.

La importancia del trastorno paranoide de personalidad.

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            En primer lugar, porque las actitudes persecutorias de alguien requieren mucha atención de las personas allegadas, en tanto dichos rasgos de pensamiento y de forma de vivir las relaciones interpersonales, si se mantienen y agudizan, pueden generar una psicosis paranoica. En segundo lugar, por la circunstancia de que si un individuo con rasgos paranoides llegara por azar a convivir por años con una persona afectada de paranoia, correría riesgo de contraer el mismo trastorno delirante. Aquí se entronca nuestro título enfermedades que enferman con la problemática de los delirios paranoicos. A esta combinación se la denominaba hace más de un siglo “folie à deux”, en español: locura de a dos.

No es fácil en muchas ocasiones detectar una paranoia, salvo que el observador sea un profesional de la salud mental (psiquiatra o psicólogo clínico) con buena formación en la teoría y en la práctica de los trastornos psíquicos. A otras personas que interaccionen con el afectado de paranoia puede confundirlas la lucidez y el buen desempeño laboral del individuo en cuestión. Si las conversaciones no tienen relación alguna con el tema del delirio, el sujeto paranoico puede no evidenciar ningún síntoma y, en consecuencia, el trastorno se hace invisible. Es probable que un entendido en psicopatología pudiese, en ocasiones, darse cuenta de rasgos paranoides en el pensamiento de dicha persona.

Pero, este descubrimiento no lo llevaría a concluir en un diagnóstico de paranoia sino, solamente, a advertir que la emocionalidad del sujeto esta sesgada por vivencias paranoides. Para llegar a un diagnóstico certero hace falta algún grado de confrontación en el diálogo, si la persona con verbalizaciones de estilo paranoide reaccionara con enojo y violencia verbal, entonces podría concluirse con certeza en que se trata de una paranoia. Esta reacción mostraría  claramente la irreductibilidad de la idea delirante, haría evidente el carácter psicótico de lo que le sucede, al desnudarse la fijeza del pensamiento y la imposibilidad de confrontarlo con cualquier dato u opinión contraria al mismo.

Las vivencias paranoides alteran las relaciones interpersonales, ocurriendo a veces que llegan a perturbar las relaciones en los grupos familiares extensos (son los que no se limitan a las familias nucleares). Como el individuo que experimenta dichas vivencias desconfía fácilmente de las intenciones que cree percibir en otras personas, cualquier malentendido, o desacuerdo de criterio, puede desatar una fuerte actitud persecutoria hacia el familiar del que se desconfía. De esa manera se producen rupturas en los grupos familiares.

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Estas situaciones conflictivas pueden darse también en otros ámbitos sociales. Manifestándose en los vínculos laborales, entre compañeros o entre jefes/patrones y empleados. Hechos que conducen a pérdidas de colaboración por parte de un empleado, así como también a actos de injusticia por parte de un jefe o de un empleador.

En un marco macrosocial los efectos de las vivencias paranoides pueden inducir graves enfrentamientos, así como también discriminaciones. Las temáticas pueden variar abarcando variadas diferencias. Siempre detrás de un conflicto social está  siempre una diferencia. Se trate de una distinción de naturaleza étnica, dada simplemente a veces por la coloración de la piel o por la diversidad de religión. En otras ocasiones se trata de diferentes ideologías respecto de cuestiones políticas y sociales. Es conveniente considerar que siempre hay una ideología detrás de cualquier concepción de cómo debe ordenarse una sociedad, tanto en aspectos económicos como culturales y educacionales.

La tendencia a tener, individualmente o grupalmente, vivencias paranoides exacerba gravemente la intensidad de estos conflictos. Las consecuencias son los actos de violencia, a veces muy graves y las actitudes discriminatorias, las cuales muchas veces producen graves daños morales o físicos en los discriminados.

 

Lic. José Luis Abalo. M.P.70031. M.N.926.

Psicólogo clínico, terapeuta familiar y filósofo.

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