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¿Hasta dónde somos conscientes?


Tenemos la vivencia de que somos conscientes de todo lo que pensamos y sentimos, de nuestras emociones y de nuestras conductas. A partir de estas vivencias se nos forma el pensamiento de que nos conocemos bien a nosotros mismos. Nos sorprendería si alguien afirmara que la mayor parte de nuestra actividad mental no es consciente. Es posible que rechazaríamos esa idea. También existe otra posibilidad, la de que estuviéramos informados del pensamiento psicoanalítico y, entonces, entenderíamos que la persona nos está hablando del “Inconsciente” de Freud o de Lacan, dándose la alternativa de que aceptáramos o negáramos esa idea sobre nuestro psiquismo.
Pero, resulta que no estamos pensando desde la mirada de un psicoanalista, sino desde el pensar de un psicólogo cognitivo con orientación neuropsicológica. Desde este punto de vista los actos mentales y nuestros comportamientos son correlatos de los procesos que ocurren en nuestro cerebro. Por consiguiente, lo que estamos afirmando es que la mayor parte de nuestros procesos cerebrales son inconcientes. Algunos de ellos jamás pueden acceder a la conciencia y esta imposibilidad no se debe a un defecto en nuestra conciencia, sino a que la interrelación de los circuitos neuronales intervinientes en determinadas funciones no tiene conexión anatómica ni fisiológica con aquellos subsistemas cerebrales que dan lugar a la existencia de estados mentales concientes.
Como ejemplo de esta aseveración podemos tomar la visión. Miramos una mesa y la reconocemos como tal, nos encontramos con una persona y sabemos que la conocemos. Podemos ser concientes de estos reconocimientos, pero no tenemos información alguna de cómo se formó en nuestra corteza cerebral la imagen de la mesa, ni de cómo se conectó lo que vimos con la palabra “mesa”, memoria ubicada en otro lugar de nuestro encéfalo. Vimos a esa persona en cuestión y reconocimos su rostro, o también su cuerpo y su forma de caminar – si la vimos de espaldas a nosotros – ; pero ¿cuáles fueron las acciones de las neuronas que intervinieron en la experiencia de encontrarnos con una persona conocida? Imposible que podamos registrar cómo nuestras imágenes visuales fueron hasta el rinconcito de nuestro cerebro que almacena todos los rostros conocidos. Me centro en el tema del reconocimiento facial porque hay un núcleo en nuestra cabeza que se especializa en el reconocimiento de las caras. Si esta zona de la corteza es dañada – por ejemplo por una lesión -, entonces el individuo que haya padecido tal daño queda incapacitado para reconocer a los conocidos por su cara, aún en el caso de que sean sus familiares directos; a dicha incapacidad se la denomina “prosopagnosia”. Cabe aclarar que ello no tiene relación alguna con la pérdida de reconocimiento que sufren las personas afectadas por el progreso de una demencia. Lo que queremos destacar es que en las situaciones antes reseñadas, el ser conciente se produce una vez que se han dado todos los procesos cerebrales que no acceden al nivel de la conciencia.
¿Para qué sirven los procesos inconcientes?
En primer lugar tenemos que considerar que hay distintos procesos inconcientes en nuestra actividad psíquica. Por un lado están aquellos que, como dijimos anteriormente, son sucesos en nuestro sistema nervioso central imposibilitados de acceso a estados de conciencia. Pero también existen otras actividades inconcientes que podrían acceder a la conciencia.
Cuando actuamos, ya sea físicamente o mentalmente tomando decisiones, podemos tener la impresión de que hemos actuado o decidido alguna acción mediante actos conscientes de recordar datos o situaciones, compararlos, evaluar alternativas para actuar, o inhibirnos de hacerlo, razonar y considerar todas las alternativas de interpretación de la realidad externa, ya sea ésta meramente natural o se trate de un contexto social. En realidad realizamos estos actos mentales conscientes pero… resulta que para que ellos sean posibles se han dado previamente un montón de procesos inconscientes. Esto se aplica a diferentes situaciones de nuestra vida. Las más comunes son aquellas en que nuestros sentidos captan algo definido de nuestro mundo exterior. Esta “definición” depende de un procesamiento inconsciente en el cual múltiples sensaciones fueron percibidas y se “dispararon” interpretaciones posibles respecto a qué objeto o situación externa correspondían.
En este punto voy a interrumpir el libre correr de mi pensamiento – cosa que hago cuando escribo las notas para La Revista – y quiero compartir con Uds. un texto de “La conciencia en el cerebro” de Stanislas Dehaene. “Una gran variedad de operaciones cognitivas – desde la percepción hasta la comprensión del lenguaje, las decisiones, la acción, la evaluación y la inhibición – pueden desplegarse, al menos parcialmente, de modo subliminal (Aclaro que subliminal significa debajo del nivel conciente). Por debajo de la etapa conciente, un sinnúmero de procesadores inconcientes…se esfuerza por extraer la interpretación más detallada y completa de nuestro entorno…para calcular la probabilidad de que una propiedad dada aporte una verdad acerca del mundo exterior.”
Es importante señalar que Dehaene y el que escribe no están hablando de estados inconcientes sumidos en lo irracional y sometidos al imperio de las emociones, sino que estamos hablando de operaciones cognitivas con rigor lógico. Comparto con el autor citado la opinión de que metafóricamente podemos caracterizar a los procesos inconcientes como operadores estadísticos que pesquisan todos los datos que les brindan los sentidos. Al acceder nuestra mente al nivel conciente esa multitud de datos se convierte en una muestra (en el sentido estadístico del término) y de esa manera nos posibilita, eliminando todas las ambigüedades de lo procesado inconcientemente, construir la mejor interpretación de nuestro contexto de realidad.
Estos conceptos adquieren una importancia práctica muy relevante, dado que a partir de dicha interpretación podemos tomar nuestras decisiones. Decisiones que pueden aplicarse a las cuestiones más sencillas, tales como cuál sándwich voy a pedir, o las más complejas, como la decisión de vender o comprar una casa, o mudarnos a otra localidad. Si bien vamos a estar concientes en el instante en que decidamos, no vamos a ser concientes del complejo trabajo de lógica de probabilidades realizado previamente por nuestros procesos cognitivos no concientes.
En una nota que escribiremos en otro mes de La Revista, vamos a ver cómo ciertas decisiones ya están tomadas antes de que nuestra mente conciente perciba que las está realizando. También nos interesa redactar en otra ocasión cómo las sensaciones corporales pueden a veces enviarnos señales sobre cosas que están siendo procesadas sin conciencia. En este último tema tenemos que explicar el interjuego entre el cerebro, el cuerpo y las emociones.
Lic. José Luis Abalo. M.N. 926. M.P. 70031

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