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Sicología & Bienestar – Enfermedades que enferman – Primera parte

 Resultado de imagen para enfermedades que enfermanEl aparente sinsentido de este título puede disolverse si informamos que se refiere a un texto, en el cual vamos a hablar de las dolencias mentales que traen como consecuencia inevitable la alteración de las familias. En particular vamos a ocuparnos de aquellas dolencias que afectan las funciones mentales y, consecuentemente, los comportamientos de una persona. Con tal intención vamos a focalizar en un grupo de enfermedades que se agrupan bajo el nombre genérico de “demencias”.

Es oportuno aclarar que hay que distinguir el significado científico de “demencia” de lo que en el habla cotidiana se menciona muchas veces al calificar a alguien de demente. Es muy frecuente que se califique como demente a quien padece de un trastorno psicótico, por ejemplo a quien padece de esquizofrenia. Puede ocurrir en algunos síndromes esquizofrénicos que la evolución de la enfermedad termine en un estado de demencia; pero, este lamentable final sería la consecuencia de la evolución de una psicosis y no una demencia en el sentido estricto del término.

La demencia es una enfermedad de índole neurológica que atrofia de manera progresiva el cerebro. Trayendo como consecuencia la pérdida, al comienzo parcial, de funciones mentales, entre las que se destaca por su generalidad la memoria. Pero, lo que complica muchas veces el cuadro es el hecho de que las demencias, en algún momento de su evolución, afectan el comportamiento de quienes las padecen. No sólo como consecuencia de las amnesias, sino por los trastornos del comportamiento que esa demencia produce.

 

Una mirada desde la clínica psicológica.

 

Un ejemplo destacado de alteraciones de la conducta en un estado demencial es la degeneración lobular frontotemporal. A la que nos referiremos a continuación con la sigla “DLFT”. Desde el punto de vista clínico presenta una alteración profunda de la personalidad, caracterizada por un estado de inercia (pasividad y falta de reacción a estímulos sociales en algunos momentos) y carencia de voluntad. Pero, lo que complica más la convivencia con una persona afectada por la DLFT, es la desinhibición social. Dicha desinhibición perturba las relaciones interpersonales y se manifiesta tanto en lo verbal como en lo gestual. Pudiendo el paciente incurrir en actos de exhibicionismo sexual, en actos de acoso e, inclusive en ocasiones en manoseo de las personas de su entorno.

Importa destacar que estas conductas, descriptas en individuos afectados por  DLFT, pueden darse cualesquiera sean los rasgos de la personalidad que dicha persona haya tenido antes de manifestarse la enfermedad. Es decir, que puede tratarse de una persona que era muy correcta, respetuosa y con buenas conductas adaptativas, quien trágicamente experimenta la manifestación de estas conductas desadaptativas al eclosionar este trastorno cerebral.

En comparación con otras demencias, tales como la enfermedad de Alzheimer, el deterioro de la memoria no es notable al comienzo de la DLFT. A medida que progresa la dolencia se notan dificultades de memoria pero, las mismas son atribuibles a las alteraciones de los procesos neuronales en el lóbulo frontal, que producen desatención, falta de habilidades para el aprendizaje y fallas en la evocación, recuperación activa de lo recordado.

 

Problemas con la conciencia, que complican la convivencia.

 

Tempranamente los pacientes con DLFT pierden su capacidad de introspección, en consecuencia su conciencia de enfermedad es nula, al grado de no poder reconocer los déficits en su actividad mental. En términos neuropsicológicos esta dificultad se denomina “anosognosia”, o sea, no saben que están enfermos y por ende no reconocen los síntomas.

Esta anosognosia es una de las causas de mayor dificultad en la interacción con el grupo familiar y otras personas de su entorno; a lo que se agrega la dificultad, de origen afectivo, que éstos experimentan para aceptar los cambios de conducta y, correlativamente de personalidad, del familiar o amigo que padece de DLFT.

Un aspecto de dicha dolencia, que agrega más dificultad para entender que la conducta de quien la padece obedece a cambios cerebrales ajenos a su voluntad y a su conciencia, está dado por la conservación relativa de su capacidad mnémica (de memoria). Pero, otras conductas, como la desadaptación social ya comentada, a la que se agregan la falta de control para la comida y la repetición, sin sentido ni finalidad, de actos motores, tales como abrir y cerrar cajones o prender y apagar luces repetidamente, ayudan con tristeza a entender el grado de deterioro cerebral de la persona afectada.

 

¿Hasta dónde se conserva la identidad personal?

 

            Esta es una de las problemáticas más complejas y delicadas que nos plantea la aparición de un trastorno demencial. El sentir y el saber de cada uno de nosotros respecto de ser un sujeto conciente dotado de una historia personal única e irrepetible, esta vivencia y la idea sobre la misma es lo que denominamos “identidad”. Su permanencia depende de la memoria, dado que la identidad está formada con todos los recuerdos sobre nuestra vida y el conjunto de ellos está contado con relatos sobre nuestra historia, incluyendo las historias familiares. Podemos sostener que la vivencia y la conciencia de nuestra identidad se basan en una larga y variada narrativa. Es algo así como la suma de nuestros relatos más los relatos de los miembros de nuestro entorno sobre cada uno de nosotros.

Algunas de las enfermedades que producen demencias se manifiestan con un marcado y progresivo deterioro de la capacidad de fijar y retener lo experimentado. Quien la padece puede oír, escuchar y entender lo que se le dice, pero sólo va a retenerlo por un breve tiempo. Además, ocurre que se produce una amnesia regresiva, la cual va borrando hacia atrás en el tiempo lo más reciente y así sucesivamente, hasta abarcar años de su vida. El “borrón” total implicaría la desaparición de la identidad personal. Pese a la gravedad del cuadro de las demencias frontotemporales, de la que hemos hablado, en estas suele mantenerse un funcionamiento residual de la memoria que permite conservar la vivencia de identidad.

Lic. José Luis Abalo. M.P. 70031. M.N. 926

Psicólogo clínico, terapeuta familiar y filósofo.

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